13 de abril de 2018

¿Seguro que ya no queremos ser princesas?





Grace Kelly, Diana de Gales, Letizia Ortiz, Kate Middleton, Megan Markhle... el amor no sólo les sacó del mercado laboral y les abrió las puertas de la fama, sino que además entraron por la puerta grande en la Historia. Ellas son el ejemplo de cómo la magia del amor te puede convertir en una princesa, de cómo te cambia la vida de arriba a abajo, de cómo te eleva a los cielos y te abre las puertas del paraíso.

Los modelos que luce Kate, la futura reina de Inglaterra, se agotan a las pocas horas de estrenar vestido. Sus peinados, su forma de caminar, su forma de hablar son imitados en todo el mundo. Su boda fue vista por miles de millones de personas: es una divinidad del siglo XXI, un modelo a seguir para todas nosotras. Es una mujer admirada porque conquistó al futuro rey de Inglaterra, y con sus encantos se situó en la cúspide del mundo. Salió de su anonimato y captó todo el foco mediático desde el primer segundo: es la mujer triunfadora que encontró a su príncipe azul y lo enamoró para siempre. Es la prueba de que el amor verdadero existe, y que es posible ser feliz en un palacio con una vida de lujo. Es una princesa moderna, una mujer de hoy en día, una excelente madre, una chica del pueblo que está a la altura de las circunstancias, y que cumple con las expectativas que todo el mundo tiene sobre cómo debe ser la mujer ideal.

El mito de la princesa es un mito muy potente que hemos interiorizado en nuestra más tierna infancia, y que resulta  muy difícil de desmontar a pesar de que la realidad nos muestra que son muy pocas las mujeres que lo logran. Levanta pasiones en la mayor parte de las mujeres de este planeta porque a todas nos gustaría sentirnos amadas de un modo total y absoluto, y a todas nos gustaría cambiar de vida y dejar a un lado las angustias económicas que pasamos para llegar a fin de mes. 

Las feministas nos identificamos con las brujas porque nos sentimos descendientes de todas las mujeres rebeldes que se unían para hacer hechizos y conjuros, para compartir saberes, para aprender juntas, para ayudarse mutuamente, y para celebrar fiestas salvajes hasta el amanecer. Mujeres sabias, empoderadas, valientes, desobedientes: nos sentimos herederas de las nietas de las brujas que no pudieron quemar.

Sin embargo, en todas nosotras también habita la princesa que sueña con el príncipe azul o con la otra princesa con la que reinará en el paraíso romántico. Nos lo trabajamos mucho para controlar el princesismo, pero es bien difícil porque en las princesas se condensan varios mitos muy potentes de nuestra cultura romántica: el mito del milagro romántico gracias al cual encontrarás a tu media naranja entre seis mil millones de personas. el mito del amor verdadero y la felicidad eterna, el mito del sapo que se convierte en príncipe azul y el mito del amor que te salva y te cambia la vida para siempre.

El amor romántico es una estafa que nos seduce para que las mujeres asumamos voluntariamente todos los estereotipos, roles, mitos y mandatos de género cuando nos emparejamos. Su mensaje subliminal va directo a nuestro Ego, que cuanto más inseguro es, más necesita sentirse importante, único, y especial. Alimentamos nuestros Egos con los aplausos de los demás, y con el placer que nos hace sentir despertar la admiración, el deseo y la envidia de los conocidos, y de los desconocidos. Nos encanta admirar a famosas y soñamos con llegar a serlo, aunque no es la envidia ni el deseo de los demás lo que necesitamos: lo verdaderamente importante para cualquier ser humano es ser aceptada, sentirse querida y obtener reconocimiento de  nuestra gente cercana: familia, amigos y amigas, compañeras de trabajo o de estudios, vecinas de la comunidad, y nuestra pareja.

Las mujeres no tenemos muchas oportunidades de aparecer en los medios de comunicación, excepto si somos guapas y jóvenes y nos dedicamos a cantar, a actuar, a modelar, o a posar. Tampoco en los libros de texto, excepto cuando nos casamos con dictadores, emperadores, príncipes o reyes. Como son muy pocas las mujeres que triunfan, el amor romántico nos ayuda un poco: podemos vestirnos de princesas el día de nuestra boda, podemos llegar a ser importantes para una sola persona, podemos ocupar el centro de su vida.

El mito del príncipe azul no sólo nos regala a un hombre perfecto (cariñoso, leal, honesto, guapo, rico, sensible, duro, bondadoso, valiente, culto, simpático, deportista, amoroso, divertido y fiel), también nos hace soñar con la posibilidad de ser amada de un modo total y absoluto por alguien que nos acepte tal y como somos, que nos quiera mucho y para siempre, que nos acompañe en el camino de la vida hasta que llegue la muerte, que sea capaz de sacrificarse y dejarlo todo por nosotras, que viva por y para nosotras, que nos tenga como a una reina.

Este mito de la princesa está en todos los relatos de ficción y en los de la realidad, nos seduce desde todos los frentes. Príncipes solteros de carne y hueso hay pocos, es cierto, pero también están los marqueses, los duques, los condes, y todos los primos de las extensas familias reales europeas. Además, hay unos cuantos multimillonarios: políticos, cantantes, actores, empresarios, futbolistas, toreros que si se fijan en ti pueden cambiarte la vida.

Millones de mujeres sienten fascinación por estas historias de salvación y transformación con finales felices. Es algo así como la ilusión de la lotería: un día aparecerá él en el horizonte con su caballo blanco para salvarme de mi propia realidad.

Los medios nos endiosan a las pocas mujeres que logran salvarse por amor, y que viven como reinas gracias a su belleza y sus encantos. Las gordas, las feas, las ancianas, las mujeres con discapacidades no están, no aparecen, no protagonizan películas ni salen en portadas, no están en la alfombra roja, y no las quiere nadie. Aprendemos muy pronto que en la vida y en el amor sólo triunfan las guapas, por eso nos sometemos a la tiranía de la belleza y obedecemos al patriarcado, que nos recuerda una y otra vez que para estar guapas hay que sufrir, y para ser amadas, también

El miedo a no ser aceptadas, a no ser queridas, a quedarnos solas, nos tiene aterrorizadas. Y el patriarcado se aprovecha de eso, haciéndonos creer además que la única forma de amor que existe es la pareja, y poniendo a todos los demás afectos de nuestras vidas en escalas inferiores, como si no necesitasemos a nadie más en nuestras vidas cuando nos enamoramos.

Las mujeres seguimos queriendo ser princesas de nuestro pequeño reino, y uno de los pocos espacios en el que tenemos poder es en el del sexo y el amor, por eso aspiramos a poder enamorar a un hombre, y si es rico y poderoso, mejor. Hay una industria enorme en torno a este sueño del ascenso social por amor: la industria del corazón invierte millones en alimentar este mito de princesas y príncipes que se casan por amor. Por eso nos deleitamos y morimos de envidia con esas fotos de las revistas llenas de amor, abundancia, armonía, lujo y felicidad.

Las princesas que triunfan gracias al amor acaban en un palacio o en una mansión con servicio doméstico. Se liberan del trabajo y de las tareas domésticas: su única misión es reproducirse, cuidar de su prole y ejercer de acompañante. Salen en todas las portadas, pero ninguna de ellas nos habla del precio que hay que pagar por estar ahí hasta que el sueño romántico se acaba.

Este sueño es una trampa para que todas nos sintamos especiales, y para que creamos que la magia del amor nos salvará también a nosotras de los trabajos precarios, de la pobreza, del vacío existencial, del aburrimiento, de la tristeza, la soledad y los miedos. Lo único que tenemos que hacer es ser tener fe y paciencia, ser discretas, mantenernos jóvenes y bellas, y esperar a solas la llegada del Príncipe Azul.

El mito del príncipe azul es también una estafa. Sólo existe en los cuentos y en las películas, y en nuestra imaginación. Tratamos de que los hombres encajen en nuestro modelo idealizado de masculinidad, y que asuman como propio nuestro modelo idealizado de amor en pareja, pero ni ellos calzan en este modelo, ni nosotras en el suyo.

Ellos sueñan con una princesa que no existe: quieren una mujer que sea moderna y tradicional, que se encargue de todo, que les cuiden y les amen con devoción, que nunca dejen de quererles, que sean fieles y honestas, que permanezcan un paso atrás de ellos, que no se quejen, que no sean dominantes, que sepan escuchar, que tengan carácter dulce y sumiso, que sean comprensivas y perdonen todas las traiciones, que aguanten todo lo que le eches encima sin protestar, que callen cuando tengan que callar, que cocinen rico y hagan todas las tareas con buen humor, que dejen de trabajar y abandonen el espacio público al casarse, que les guste el sexo pero sólo con ellos, que cuiden su línea y su belleza para agradarles, que no limiten su libertad, que cumplan con sus deseos y sus necesidades con alegría, que sean dependientes y no tengan vida propia ni pasiones propias, que renuncien a su libertad y a sus proyectos, que abandonen su mundo social y afectivo, que permanezcan en la casa felices, que den menos importancia a los demás afectos, que se dediquen por completo a dar amor.

No existen esas princesas.

Nosotras no somos esas princesas

Pero a veces fantaseamos con serlo. Las bodas reales son el ejemplo de cómo el mito de la plebeya que se convierte en princesa levanta pasiones en todas nosotras, también en las feministas. Son uno de los acontecimientos mediáticos más masivos del planeta, es el evento en el que todas las mujeres que lo deseen puedan proyectar su deseo de encontrar el amor, de ser alguien, de cambiar su vida. Las audiencias que alcanzan las retransmisiones de las bodas reales engloban a miles de millones de personas: todo un planeta pendiente de una mujer que ha conseguido cumplir su sueño de ser princesa, y aspirar al trono de reina, el máximo puesto que una mujer puede alcanzar en su vida según los cuentos Disney tradicionales. 

Ya que no seremos reinas, al menos que nuestro amor nos trate como a una princesa. Nos conformamos con un hombre nos quiera, nos cuide, nos proteja y nos acompañe, que nos cubra de mimos, de besos y de piropos, nos haga regalos y nos colme de atenciones. Un hombre que se desviva por nosotras, que se encargue de nosotras, que cumpla nuestros deseos, que asuma la responsabilidad sobre nuestro bienestar y nuestra felicidad.

Vivimos en un mundo que nos trata como a seres inferiores, pero nos ofrece la utopía amorosa igualitaria con la promesa de que el amor nos iguala a hombres y a mujeres. Gracias al amor de un hombre, ya no sufriremos tanto la pobreza, la marginación y la violencia, obtendremos más recursos, gozaremos de mayor respeto por parte de la sociedad, subiremos nuestro status, y dejaremos de pertenecer al bando de las perdedoras. Desde pequeñitas nos enseñan que todas las mujeres son malas, menos nosotras, que somos las buenas. Las demás son manipuladoras, perversas, interesadas, egoístas, malvadas. débiles. Por eso en algunos países es tan rara la amistad entre mujeres. Empleamos mucho tiempo y energía en competir entre nosotras por ser las más guapas, sexys, alegres y divinas. Y por eso, también, hacemos lo que haga falta para machacar a las que más brillan. Nos educan para que a las demás las sintamos como una amenaza y las tratemos como si fueran nuestras enemigas, no como compañeras ni como hermanas. 

El amor romántico es un espejismo, una ilusión, una utopía: nos hace creer que la salvación está en buscarnos cada cual nuestro paraíso romántico, cuando la única manera de cambiar el mundo en el que vivimos es juntarnos para luchar por nuestros derechos y por un reparto más justo y equitativo de los recursos del planeta. 

El amor romántico es una gran mentira: nadie nos obliga, pero nos sometemos voluntariamente a hombres que no nos quieren bien pensando que quizás algún día nos quieran más, nos quieran mejor. Es una trampa para que cuidemos y amemos a hombres que no nos corresponden, que no nos tratan bien, que abusan de nuestra capacidad para sacrificarnos por amor. Es una trampa para que creamos que necesitamos a un hombre en nuestras vidas, aunque no sea cierto.

¿Cómo liberarnos de este deseo de ser princesas o de ser tratadas como princesas por nuestras parejas, entonces? A nivel personal, el trabajo consiste en cuidar nuestra autoestima y bajar los niveles de Ego para no depender tanto del reconocimiento de los demás, para no necesitar tantos aplausos y admiración, para no depender del amor de un hombre, para liberarnos de la envidia y del deseo de despertar la envidia de los demás. El objetivo de este trabajo sería poder relacionarse horizontal e igualitariamente con nuestras parejas, y con los demás. Abandonar las luchas de poder, el afán de dominación y de control, el deseo de ser superior a las demás, la necesidad constante de reconocimiento masculino.

En el Laboratorio del Amor nos trabajamos el mito de la princesa desde la autocrítica amorosa, haciéndonos preguntas y  cuestionándonos a nosotras mismas: ¿por qué necesito sentirme importante?, ¿cuanto dinero, energía y tiempo le dedico al amor (a buscarlo, a gozarlo, a alimentarlo o a sufrirlo)?, ¿cómo fortalecer mi autonomía y mi libertad?, ¿cómo asumir la responsabilidad que tengo sobre mi salud mental, emocional y física?, ¿cómo asumir la responsabilidad que tengo sobre mi felicidad?, ¿cómo salvarme a mi misma y de paso salvarnos todas juntas expandiendo el amor más allá de la pareja?, ¿de verdad soy tan diferente a las demás?, ¿de verdad soy tan especial y tan buena persona?, ¿en serio me merezco algo mejor que las demás, o nos lo merecemos todas?, ¿realmente necesito a alguien que me proteja?, ¿en qué me beneficia sentir la envidia de los demás?, ¿qué ocurre cuando dejo de ser amada?, ¿qué pasa cuando las cosas no funcionan en una relación y sigo empeñada en ser tratada como una princesa?, ¿seguro que el amor verdadero es perfecto y eterno?, ¿cuánto tiempo estoy dispuesta a permanecer a la espera del milagro del amor?, ¿tengo realmente ganas de buscar a un tipo que quizás no existe?

A nivel colectivo, se trata de desmontar el mito y proponer otros modelos de feminidad basados en la diversidad, tanto para la infancia como para las mujeres jóvenes y las adultas. Otras tramas, otras protagonistas, otros finales felices son posibles: ya hay mucha gente inventando otros cuentos y visibilizando a mujeres de carne y hueso que aportan a la construcción de un mundo mejor. La visibilización y creación de otros modelos de feminidad ayudarán mucho a que las nuevas generaciones tengan nuevas referencias y nuevas heroínas, a que desobedezcan los mandatos de género, y a que se liberen de los mitos del romanticismo.Nos hace falta mucho feminismo, mucha autocrítica, mucho amor del bueno para trabajar este y otros mitos a solas y en buenas compañías.

Yo siento que vamos avanzando: hasta Disney está tomando nota y está modernizando un poco a sus princesas. Sabemos que otros modelos de feminidad son posibles, y la realidad está llena de ellos. Las calles están llenas de mujeres diversas, mujeres luchadoras, inteligentes, comprometidas y solidarias. Mujeres que son un ejemplo para todas nosotras por su valentía, su bondad, su rebeldía, su honestidad, su generosidad, su autonomía, y su libertad. Mujeres que aportan cada día con su trabajo a la construcción de un mundo mejor. Son las mujeres que queremos ver en las películas, en las novelas, en los telediarios, en las series de televisión, en los periódicos, en los libros de texto: estas son las heroínas de las que querríamos aprender, las mujeres que querríamos llegar a ser.


Coral Herrera Gómez


Artículos relacionados:








    7 de abril de 2018

    Curso de Primavera en la Escuela del Amor




    Curso Virtual en la Escuela del Amor

    Duración: 14 semanas

    Inicio: 15 de Abril de 2018

    Dirigido a: Mujeres, hombres y gente diversa de todas las edades y países.

    Precio: 80 euros

    El precio del curso incluye:

    -tres chats en directo con Coral Herrera,
    -materiales,  ejercicios y una caja de herramientas
    -acceso a la Biblioteca del Amor, el Blog y el Cine-Fórum
    -pasar a ser miembro permanente de la Escuela del Amor


    Temas del Curso

    1. Autoestima, autoamor, autocrítica amoroso y empoderamiento personal y colectivo.

    2. El romanticismo patriarcal: desmitificando el amor.

    3. Feminismos y masculinidades, ¿otras relaciones son posibles?

    4. Soledades, rupturas, y duelos.

    5. Nuestras utopías amorosas: pactos, estrategias y herramientas para sufrir menos, y disfrutar más del amor.  


    Objetivos del Curso

    En este curso trabajamos la autoestima y el autoamor, el empoderamiento personal y colectivo, la autocrítica amorosa y el auto-reconocimiento. Vamos a desmontar y desmitificar colectivamente el romanticismo patriarcal de nuestra cultura, y de nuestro interior. Vamos a aprender y debatir sobre los feminismos, la identidad femenina, la masculinidad patriarcal, y las relaciones heterosexuales en la era posmoderna de los amores líquidos. Vamos a hablar de nuestras soledades, de nuestros duelos y nuestras rupturas. Vamos a terminar imaginando otras formas de querernos, estableciendo pactos con nosotras mismas y con las compañeras, trabajando en todo aquello que queremos eliminar, añadir o transformar de nuestras vidas. Diseñaremos nuestra propia utopía amorosa colectivamente, y compartiremos herramientas para gestionar nuestras emociones, para llevar la teoría a la práctica, y para sufrir menos, y disfrutar más del amor. 

    El trabajo se divide en cinco módulos que duran dos semanas, en cada uno de ellos haremos ejercicios para trabajar individual y colectivamente. Además, dispondremos de materiales, un foro de acompañamiento y una caja de herramientas colectiva para trabajar durante todo el cuatrimestre juntas. 

    Vente con nosotras a trabajarte el amor, ¡en compañía se desaprende mejor!


    Más info e inscripciones en mi web: http://otrasformasdequererse.com/escuela-del-amor/

    4 de abril de 2018

    Gracias a todas y todos

    El personaje de Coral Herrera no existiría sin las redes sociales, es decir, sin vosotras y vosotros. Nunca imaginé que algún día me iban a leer todos los días dos mil personas, cien mil al mes, cuatro millones en tan pocos años. Cuando publiqué mis dos primeros libros, no tuve entrevistas ni ruedas de prensa ni alcancé el foco mediático. Mi sueño era escribir en un periódico o trabajar en radio o televisión, y mandé muchos currículums, pero era el momento en el que estalló la crisis en España y los grandes medios estaban despidiendo a muchas trabajadoras. En lugar de darme por vencida, se me ocurrió hacer mi propio medio, y me abrí un blog que al principio sólo leían mis amigas y amigos, y luego fue creciendo y creciendo gracias a vosotras, que empezasteis a compartir en vuestros muros mis posts. 

    Poco a poco ha ido aumentando el número de amigos y amigas, y seguidoras, gracias a lo cual me empezaron a llamar para impartir conferencias y talleres en universidades, institutos, ayuntamientos, diputaciones, congresos, jornadas. Es gracias también al Facebook que empecé a ser conocida en América y me empezaron a invitar a países como México, Paraguay, Ecuador, Honduras, República Dominicana, Estados Unidos. Y según iba aumentando mi popularidad en las redes, los medos empezaron a fijarse en mí. La primera entrevista en un medio de masas fue en el Diario Público, luego me pidieron colaboraciones puntuales en El País y en eldiario.es. Recuerdo la emoción que sentí cuando me invitaron a participar en el programa de Documentos TV en RTVE. Pensé entonces que iba a poder tener autonomía económica y dar el salto a la fama, pero no. He pasado muchos años buscando empleo, trabajando gratis o muy precariamente, y esperando alguna llamada de esas grandiosas que te cambian la vida. 

    Afortunadamente, nunca he parado de trabajar y ya no necesito esa llamada. Le he dedicado mucho tiempo y cariño a mi blog y a mis redes, y al final siento que todo este amor ha dado sus frutos, porque gracias a vuestro reconocimiento y apoyo en las redes me atreví a fundar mi propia red (el Laboratorio del Amor), y a abrir mi propia Escuela del Amor en la que ya llevo dos años investigando y trabajando el tema con mujeres de todos los países. Hoy por fin puedo decir que siendo hija del Facebook, me leen muchas más personas de las que yo jamás hubiera podido soñar, y lo más increíble es que por fin vivo de mi trabajo, de mis contribuciones a medios digitales, de mis conferencias y talleres por el mundo. Mis ingresos son muy humildes y no son estables, pero puedo mantenerme a mi misma y a mi familia, que era mi meta desde que terminé mi tesis doctoral hace diez años. 

    Ha sido maravilloso darme cuenta de que no necesito el foco ni la fama: puedo vivir de mi trabajo gracias a esta comunidad de Facebook, Twitter, Instagram, Linkedin, Pinterest y Google + que me lee, que comparte mis posts, que habla de mí, que comenta en mis publicaciones, que me recomienda y me anima a seguir. Me siento tan reconocida, valorada y querida aquí con vosotras, que no puedo evitar preguntarme si puedo estar a la altura recibiendo tanto amor del bueno. Gracias a todas y a todos por vuestro apoyo, me siento inmensamente afortunada. 
    #MisRedes #MisTribus #MiGente #ElFoco #LaFama#HijaDelFacebook #YaNoNecesitoEsaLlamada 
    #MilGracias

    3 de abril de 2018

    Mujeres que trabajan con mujeres

    A quien más admiro yo dentro de la lucha feminista es a todas las que están en el frente de batalla partiéndose el alma a diario. Hablo de todas las trabajadoras sociales que atienden a víctimas de violencia machista, de todas las psicólogas, educadoras sociales, maestras, profesoras, terapeutas, cooperantes... Todas las que trabajan con mujeres y niñas en riesgo de exclusión social, mujeres inmigrantes, esclavizadas por la trata, madres solteras precarias o pobres....Todas ellas combaten el machismo cuerpo a cuerpo, día a día, desde las instituciones o los colectivos, dan lo mejor de sí mismas, se dejan la piel y se agotan emocionalmente porque todas las historias las conmueven. 

    Los aplausos son para las escritoras, conferencistas, académicas o activistas estrella. A mi me encanta saber que mi trabajo ayuda a mucha gente, pero para mi lo más valioso es el trabajo en la calle y en las casas. Estas mujeres que aman su profesión y aman a las personas con las que trabajan son las que se merecen nuestra admiración, cariño y reconocimiento, porque para ellas las mujeres tienen nombre y apellidos, porque son las que conocen la realidad del patriarcado y lo transforman desde sus puestos de trabajo. 

    Yo quiero daros las gracias a todas por la ayuda que proporcionais a la gente que más lo necesita, y por contribuir a paliar el dolor, la angustia, los miedos, la soledad, la pena y la rabia de tantas mujeres. Gracias por hacer todos los días desde las trincheras un mundo más humano, gracias por vuestra solidaridad y vuestra lucha.

    1 de abril de 2018

    El masoquismo romántico


    Todo el masoquismo romántico lo hemos heredado del cristianismo. Nos gusta sufrir por amor porque Dios, el ser que más nos ama, se sacrificó por nosotros y sufrió una agonía terrible en la cruz para salvarnos de nuestros pecados y para demostrarnos cuanto nos quería. La cultura cristiana ensalza y adora esta capacidad para el sacrificio y el sufrimiento de Jesús, y nosotras aprendemos que eso es el amor, y así nos entregamos a él: devotas, de rodillas, sumisas, sufridoras, llenas de angustia y de dolor, como la Virgen María siguiendo a su hijo hacia la muerte. 

    Son muchos siglos de sadismo y masoquismo y por eso nos cuesta tanto disociar el amor del sufrimiento: seguimos creyendo que cuanto más sufrimos, más grande va a ser la recompensa que recibiremos. Nos prometen que alcanzaremos el Reino de los cielos, el paraíso romántico con nuestro Salvador, el Príncipe Azul.... y así es como caemos en la trampa de creer que es inevitable pasarlo fatal cuando amamos a alguien, nos pensamos a nosotras mismas como condenadas a sufrir el amor como si fuese una enfermedad, y como si no pudiésemos hacer nada por dejar de sufrir. 

    Resulta difícil desmontar la religión del romanticismo patriarcal, pero estamos en ello. Ya no nos resignamos, ya sabemos que no queremos torturas, castigos, culpa, desgarros, agonías: queremos disfrutar de nuestro derecho al placer y a la ternura con un compañero o compañera. Queremos un amor para ser felices, para crecer, para gozar. Queremos sufrir menos, y disfrutar más del amor, y de la vida, que es muy corta y hay que vivirla con alegría 

    #DiNoAlMasoquismoRomántico #StopSufrimientos #DerechoAlPlacer#QuererseBien #AmarEnLibertad #AmarConAlegría #Disfrutar#OtrasFormasDeQuererseSonPosibles

    22 de febrero de 2018

    #ParoRomántico #8M


    Las mujeres haremos también huelga de amor romántico el 8 de marzo para reivindicar que queremos ser tratadas como iguales en nuestras relaciones de pareja, queremos relaciones libres e igualitarias basadas en el amor compañero.

    Queremos compartir el amor, hacerlo más grande, liberarlo de toda su carga machista y patriarcal, expandirlo a la tribu y a la comunidad.

    Queremos garantizado nuestro derecho a vivir una vida libre de violencia. Queremos reivindicar los amores diversos y que se respeten todas nuestras formas de amar, sea cual sea nuestra orientación sexual.

    Queremos disfrutar del amor, del sexo, de los afectos en libertad. Queremos relaciones de respeto, de placer y cuidados mutuos, queremos educación sexual y emocional, queremos anticonceptivos y queremos que todas las mujeres podamos tener garantizados nuestros derechos sexuales y reproductivos.

    #8M #HuelgaInternacionalDeMujeres #HuelgaFeminista #ParoRomántico #LoRománticoEsPolítico #NingúnAmorEsIlegal #OtrasFormasDeQuererseSonPosibles

    18 de febrero de 2018

    Despacito: tenemos derecho a nacer y a morir sin prisas



    Cuando mis abuelos murieron dejamos pasar unos minutos antes de llamar a las enfermeras para poder seguir hablando con ellos, para continuar agarrando su mano y acariciando su frente, para besarlos, para que no los reanimasen y para que no se los llevasen.

    Primero murió mi abuelo, y cuando avisamos a las enfermeras de su fallecimiento, corrieron a darle descargas eléctricas para reanimarlo. Me dolió en el alma porque lo sentí como un acto lleno de violencia y crueldad. Dos meses después, cuando mi abuela se estaba muriendo, entraron las enfermeras a cambiarle los pañales. Me tuvieron que sacar de la habitación porque me moría de la rabia: "todas tenemos derecho a morir en paz, como se puede ser tan cruel", le grité a las enfermeras. Ellas estaban cumpliendo con su protocolo, y lo que querían era ya terminar de cambiar todos los pañales para rellenar las hojas y seguir con la siguiente tarea (repartir la merienda), pero me dolió tanto que fuesen tan insensibles. El protocolo médico es brutal e inhumano: no nos deja morir en paz, no nos deja nacer en paz.

    La muerte es un  proceso lento, y empieza incluso antes de que se pare el corazón. Los humanos que llegamos a viejos podemos durar días y meses muriéndonos hasta que nuestros corazones se paran. Cuando esto sucede, el cerebro no muere de inmediato, por eso cuando una persona es reanimada y su corazón vuelve a latir y recupera la consciencia, puede describir perfectamente lo que estaba pasando en la habitación durante el tiempo que estuvo muerto.

    Los humanos no sabemos vivir la muerte ni dejamos que la gente se muera tranquila en los hospitales. Cuando se exhala el último suspiro, no hay tiempo para el recogimiento, el silencio, las despedidas. Generalmente el personal de los hospitales empiezan enseguida a moverse: encienden las luces azules, abren las ventanas para que se vaya la energía de la vida y la muerte que se mezclan y forman una masa densa que invade toda la habitación, desconectan los cables, empiezan a recogerlo todo, meten utensilios de limpieza en la habitación, empiezan a gestionar la cama para el próximo visitante, y se impone la vida: termina una cosa y empieza otra. Los familiares y amigos empiezan a llamar por teléfono, a recoger las pertenencias del muerto, a hablar del muerto como si no estuviera ahí. Pero está, y su cerebro y sus genes están trabajando.Y su energía sigue ahí, mientras se va desconectando poco a poco.

    Por eso es tan importante poder morir en paz, tranquilos, rodeado de la gente a la que quieres, sin prisas y sobre todo sin interrupciones: la muerte es lenta y tiene su propio proceso, y todos los seres humanos tenemos derecho a morir despacito, a despedirnos, a disfrutar de las últimas emociones y los últimos recuerdos que nos trae la parte del cerebro que muere en último lugar: la memoria. Hay gente que al ser "resucitada" por la reanimación cardiopulmonar cuentan que han visto su vida pasar en pocos segundos y que el tiempo se dilata hasta el infinito en esos momentos. Es una pena que en ese tiempo maravilloso le interrumpan a una para meterte un termómetro en el culo o para preguntar qué tal va todo. También los vivos que acompañamos necesitamos vivir en silencio y tranquilidad esos momentos sagrados en los que se mezcla la energía de la vida y la muerte, tenemos derecho a tener un espacio propio para despedirnos para siempre de la persona a la que queremos. No importa que ya no respire: sigue ahí y si no queremos separarnos de inmediato, tenemos derecho a que se respete un momento de dolor tan intenso como estos.

    Necesitamos muertes respetuosas y humanizadas del mismo modo que necesitamos partos humanizados, son los dos momentos más importantes de nuestras existencias. Y es que tampoco nos dejan nacer en paz. La medicina no comprende la diversidad de las mujeres, no confía en nuestra capacidad natural para dar a luz, y no respeta nuestros ritmos: pretende que duremos todas lo mismo. El ritmo de dilatación se estableció en 1950 a un centímetro por hora, pero esta medida es absurda: cada mujer pare a su ritmo: unas duran dos horas y otras duran tres días con sus tres noches. Nos dicen que no podemos esperar más allá de la semana 41 de embarazo. En algunos países se llega hasta la semana 42, pero es un medida muy moderna: antiguamente la gente venía al mundo cuando estaba preparada. Los bebés salen como los frutos que ya están maduros y se desprenden de su árbol.

    Lo más común en los hospitales es que todo el mundo tenga prisa. Porque empieza el partido, porque se quieren ir ya a casa, porque llega el fin de semana, porque están cansados o porque se acumulan los partos y no hay camas. En muchos hospitales según saludas al llegar te enchufan oxitocina y te rompen la bolsa para acelerar el parto sin preguntar siquiera, y eso que todo el mundo sabe lo dolorosos y lo peligrosos que son los partos inducidos: se entra en una cadena de intervenciones que necesitan más intervenciones y medicalizan el parto sin necesidad alguna. Las mujeres que dan a luz no son enfermas: están dando la vida. Por eso merecemos ser las protagonistas absolutas de nuestros partos, y merecemos poder elegir la forma en que parimos, y trabajar nuestros dolores como queramos.

    Nacer es igual que morirse: es un proceso lento que empieza antes del parto y que dura días. Por eso cuando se intenta acelerar el nacimiento o la muerte estamos ejerciendo violencia sobre los seres humanos que llegan y se van de la existencia. Hay un momento mágico en el parto en el que todo se para, el cuerpo se para. Necesita tomar aire, coger fuerzas, prepararse para el gran momento, y tras ese período de recogimiento, que puede durar media hora, estalla todo, y empieza el expulsivo, la etapa final en la que el bebé tendrá que salir del canal del parto ayudado por toda la fuerza acumulada de la madre. Pues bien, en algunos hospitales se considera que el parto se ha parado y se encienden todas las alarmas: generalmente la cosa acaba en cesárea, a no ser que antes de meter el cuchillo empiece el expulsivo, cosa que les pasa a muchas en el quirófano, lo que demuestra que la medicina tradicional actúa con mucha prisa y a veces, con mucha violencia.

    Somos cada vez más las personas que luchamos porque se reconozca nuestro derecho a disfrutar de  partos respetados y muertes dignas, porque nacer y morir son los acontecimientos más importantes de nuestras vidas, los más sagrados y absolutos que existen. Tenemos derecho a morir y a nacer tranquilas, a que se respeten los tiempos de la vida y la muerte, a  que nos traten bien, a que nos acompañen nuestros seres queridos, a poder nacer y morir sin miedo, sin dolor, y sin sufrimiento. Son momentos muy hermosos, creo que es fundamental que aprendamos a respetar estos procesos, aprender a decir adios, acompañar con todo el amor del mundo a cada ser humano que llega y se va, a cuidarlos para que todos y todas podamos disfrutar de nuestra llegada y nuestra partida en condiciones dignas, y en un ambiente tranquilo y amoroso.


    Coral Herrera Gómez

    16 de febrero de 2018

    Cómo cuidar a las mujeres de tu vida que sufren violencia machista

    Grafitti de Alice Pasquini, artista italiana



    Cuando una mujer a quien queremos mucho (madre, hermana, hija, amiga, tía, sobrina, compañera de trabajo) está siendo víctima de malos tratos y violencia machista necesitamos herramientas para poder acompañarla en su proceso, para cuidarla y para cuidarnos nosotras también. Aquí algunas claves que nos pueden ser útiles:

    - Acompaña y escucha: ella no busca en ti soluciones, no quiere que la salves de su situación. Sólo quiere que la escuches, poder desahogarse, expresar sus emociones, y llorar si lo necesita. Para facilitarle las cosas, hay que crear un ambiente en el que ella pueda sentirse segura, tranquila, a salvo, y sobre todo, un espacio de intimidad en el que no se sienta juzgada ni presionada.

    - Hazle saber que te tiene ahí para todo lo que necesite, una y otra vez. Que sepa que puede llamarte a la hora que quiera si está en peligro o si se siente muy mal, que sepa que puede sentirse libre para llorar contigo o para pedirte un fuerte abrazo, que sepa que tiene tu casa si una noche se complica mucho todo, tiene el impulso de salir, y no sabe a dónde ir.

    - Regala preguntas que le permitan hablar más, que le permitan pensar en voz alta contigo, que le permitan verse desde otra perspectiva, que le permitan ir practicando la auto-crítica amorosa y disipando el auto-engaño poco a poco.

    - Desarrolla su imaginación en positivo: ¿cómo te hubiese gustado que fuese tu pareja?, ¿cómo te gustaría que fuese tu próxima pareja?, ¿cómo te gustaría estar dentro de dos años?, ¿cómo sería vivir una bonita historia de amor?, ¿cómo sería tu vida sin pareja?, ¿cómo ayudaría ella a una amiga en su situación?. Imaginad juntas un final feliz a la situación.

    - Disfrutar juntas: intentad encontrar momentos en los que él no sea el centro de atención de ambas, momentos en los que ella pueda olvidarse por un rato del infierno que está viviendo. Es fundamental poder desconectar para tomar aire, así que proponle actividades que le gusten o le diviertan, vayan a comer su comida favorita, a sitios que a ella le hagan sentir bien, a hacer cosas que le gusten.

    - Si la sientes receptiva al contacto físico, dale mucho amor: abrazos, besos, sonrisas, caricias, miradas cómplices... en estos momentos, ella necesita sentirse querida.

    - Pídele permiso para ofrecerle recursos y herramientas, instituciones o colectivas a las que pedir ayuda, lecturas interesantes sobre el tema de la violencia, o el tema de las masculinidades y los feminismos. Puedes buscar contactos de gente especialista en el tema (psicólogas, trabajadoras sociales, terapeutas) simplemente para que ella sepan que están ahí, sin que se sienta obligada a buscar ayuda. Puedes tratar de debatir con ella sobre el amor y las relaciones de pareja a nivel teórico para luego poder aterrizarlo en lo personal, puedes contarle historias de mujeres que lo pasaron fatal y lograron liberarse, puedes ponerle al alcance de su mano materiales e información que le ayuden a tomar perspectiva sobre su propia situación.

    - Pregúntale a menudo qué necesita de ti durante el proceso de acompañamiento, cómo puedes ayudarle, si puedes hacer algo que esté al alcance de tu mano, si se siente bien contigo y si confía en ti. Puedes pactar con ella la manera en la que vas a acompañarla y a cuidarla, puedes ponerle límites y pedir lo que necesites de ella, puedes hablarle también de cómo te sientes tú y de cómo te gustaría que terminase todo con un final feliz.

    - Trata de ponerte en su lugar, desarrolla tu empatía al máximo sin juzgarla. Sé comprensiva.

    - Respeta su tiempo: cada cual necesita su tiempo para reaccionar o para pedir ayuda, hay mujeres que tardan más en elaborar el proceso que están viviendo, y otras que tardan menos. No impongas tú el ritmo, y acepta si un día no quiere hablar del tema o si un día no puede parar de hablar del tema.

    - No des tu opinión ni des consejos a menos que te los pidaNo le digas lo que tiene que hacer, ni cómo, ni cuándo. Lo importante, siempre, es la escucha amorosa y atenta. No des órdenes ni ofrezcas soluciones mágicas: salir del círculo de la violencia no es nada fácil.

    - Recuerda que desde fuera se ve todo muy fácil. Evita decirle cosas como: "Si mi pareja me tratase mal me iría de su lado inmediatamente". Las circunstancias de cada una son diferentes, y en la mayoría de los casos a ellas les resulta difícil o imposible escapar de su situación.

    - Cuida mucho tus palabras. Es importante evitar sentimientos de culpa en ella, y también hay que cuidarla para que no se sienta atacada o presionada, para que no se vea de pronto entre la espada y la pared (teniendo que elegir entre su agresor o tú).

    - No la subestimes ni la trates diferente. Probablemente es consciente de la situación en la que está, pero recuerda que no es fácil reconocérselo a una misma o reconocérselo a la gente que te quiere. Es muy probable que no tenga un buen concepto de sí misma, por eso se siente incapaz de salir de la situación en la que está: necesita refuerzo positivo para aprender a confiar en sí misma y en sus habilidades.

    -  Evita los maternalismos y los paternalismos, y sitúate al mismo nivel que ella en la conversación, sin ponerte por encima, sin tratarla como a una víctima, sin considerarla una niña, sin tratar de impresionarla con tus conocimientos sobre el tema. Cuida tu rol de salvadora: no puedes rescatarla ni cambiar su vida, sólo acompañarla.

     -No le hables mal de su pareja o su ex pareja. Ella generalmente le ve su lado más humano, ve al niño asustado que lleva dentro, por eso empatiza con su agresor y lo justifica. Tú misión es tratar de que el centro de la conversación no sea él, sino ella.

    - No le regañes ni te muestres decepcionada: aunque te sientas enojada, con rabia, con dolor, decepcionada o triste, intenta gestionar tus emociones, céntrate en la escucha y el acompañamiento, y piensa en lo machacada que tiene la autoestima tu amiga o tu familiar: es importante que sepa que estás a su lado aunque haga cosas que te duelan.

    - Si ella te ve sufriendo mucho por la situación, es probable que intente protegerte y no te cuente nada de lo que le está pasando. Es importante mostrarse tranquila porque ella está viviendo un tsunami emocional y necesita contención y seguridad. 

    - No te lo tomes a lo personal cuando ella vuelva con su agresor por enésima vez, no te lo tomes a lo personal cuando ella le justifica, trata de distanciarte emocionalmente para entender que no puedes manipular sus emociones, ni dirigir su comportamiento, ni transformar su vida. Sólo puedes escucharla, acompañarla, y ofrecerle tu cariño.

    - Aprende a distinguir sus problemas de los tuyos. Puedes tomar decisiones sobre tus problemas si los tienes, pero no sobre los problemas de los demás. Puedes solidarizarte con ella, pero no asumir como propia su situación emocional. Es normal que te afecte mucho la situación porque la quieres, porque quieres protegerla, porque tienes mucho miedo de que le pase algo, pero intenta desahogarte con otra persona, y distanciarte un poco emocionalmente. Para poder ayudarla tienes que estar bien tú, sentirte con fuerzas y energías, sin sentirte culpable ni sentirte responsable. 

    - Pide ayuda a tu gente para crear una red amorosa de cuido para ella y para ti en el que podáis compartir el acompañamiento entre varias personas queridas. Cuantos más seáis ayudándola, más arropada se sentirá, pero siempre hay que respetar que no quiera compartir su proceso con más gente.

    - Recuerda que tú también necesitas apoyo moral, también lo pasas fatal, también te invaden los miedos y la rabia y la pena y el dolor, también necesitas escucha y acompañamiento. Por eso es tan necesaria esta red de cuido que os sostenga a ambas, o al menos a ti. Déjate cuidar y querer, descansa, duerme bien, come mucho, cuídate mucho y busca tus momentos lindos para tomar fuerzas en el acompañamiento.


    Coral Herrera Gómez


    Artículos relacionados: 





    14 de febrero de 2018

    Entrevista para El País, Febrero 2018



    Me entrevistó Rita Abundancia para el S Moda, podéis leer su reportaje aquí, y podéis leer la entrevista completa a continuación:

    Entrevista de Rita Abundancia a Coral Herrera

    P. ¿Qué papel juega el concepto de amor romántico en la sociedad actual (es una utopía, una droga, un ideal inalcanzable, una forma de tener controlado al personal)?

    R. El amor romántico es una droga muy potente creada por el patriarcado para mantenernos entretenidas a las mujeres. Una forma eficaz y relativamente rápida de desarticular los movimientos sociales ha sido introducir droga para desviar las energías colectivas hacia la fiesta y los viajes, a solas y en grupo. Así que la forma más efectiva de control sobre las mujeres es convertirnos en yonkis del amor. Nos quieren tristes, amargadas, deprimidas, acomplejadas, miedosas, cabreadas, anuladas, y en batalla contra nosotras mismas. Nos quieren mirándonos el ombligo, soñando con nuestro paraíso individualista, imaginando al Príncipe Azul, drogándonos como locas, insaciables, y permanentemente decepcionadas y frustradas. Cada una en su casa, aislada, con miedo a no ser amada, con miedo a no ser correspondida, con miedo al abandono y a la soledad.

    No hay nada más peligroso para el capitalismo y el patriarcado que las mujeres unidas luchando por el bien común, por la paz, la igualdad y los derechos de los Humanos, de los seres vivos y de la Naturaleza. Por eso nos bombardean constantemente con el mito romántico como vía para la salvación personal. Nos hacen creer que la felicidad está en encontrar la media naranja que se responsabilice de nuestro bienestar, de nuestra salud emocional y mental, de nuestra felicidad. Y así nos desactivan y nos debilitan a todas: gastamos mucho tiempo de nuestras vidas en buscar, en hacer, en vivir el amor. Tiempo y energías que podríamos dedicar a cosas más bonitas, más útiles y más placenteras. Por ejemplo, a hacer realidad nuestros proyectos, a disfrutar de nuestras pasiones, a disfrutar de nuestra gente, a tejer redes de afecto y de ayuda mutua…

    La verdad es que el amor es una trampa para nosotras, porque en lugar de hacernos felices, nos hace sufrir mucho. Nuestra cultura amorosa está basada en la mitificación del masoquismo femenino, nuestras heroínas son grandes sufridoras que se sacrifican por amor, que se entregan por completo, que renuncian a su poder y a su libertad, que se pasan la vida sufriendo porque no se sienten queridas. En estas condiciones, resulta muy difícil disfrutar del amor, pero creo que podemos trabajar individual y colectivamente para desmontar el mito romántico y buscar otras formas de relacionarnos sexual, emocional y afectivamente.


    P. Cuéntanos brevemente cómo se creó esta idea del amor

    R. El amor romántico se gestó en los orígenes de nuestra cultura occidental. En la cosmogonía griega Zeus y Hera son un matrimonio típico del patriarcado: el objetivo de él es ponerle los cuernos a su mujer, y el objetivo de ella es evitarlo, vigilar a su esposo, y castigarle cuando era infiel. Así se pasan miles de años los pobres, entretenidos en una lucha de poder absurda, jugando al ratón y al gato, haciéndose de rabiar, tratando de imponerse al otro o a la otra a toda costa.

    Otro momento importante es el del Amor Cortés, que surge en la Edad Media como un arte masculino inventado para enamorar a las damas y poder entrar en la Corte de los reyes. Los hombres se arrodillan y se someten a las mujeres, y componen cursis poemas para subir la autoestima y el Ego de la elegida, y para derretir su corazoncito. Digamos que es el único momento de gloria en la vida de las mujeres: el tiempo en el que intentan ser cortejadas por un hombre. Cuanto más se resistan, más especiales se sienten. Es sólo un espejismo romántico, pero aún hoy en día sigue funcionando.

     Y luego viene el Romanticismo cuando surge la burguesía. Para disfrazar el contrato económico del matrimonio, se inventan una forma de amar muy parecida a la de una religión, con sus milagros, sus mártires, sus mitos, sus relatos, sus creencias, sus mandamientos, sus falsas promesas, su infierno y su paraíso…

    Las mujeres se engancharon masivamente a este modelo de amor idealizado porque para ellas suponía una liberación: ya no querían casarse con viejos babosos, sino con hombres a los que amasen para vivir unidas por toda la eternidad. Se rebelaron al mandato patriarcal y desobedecieron la ley del pater, porque se querían casar enamoradas.

    El Romanticismo es profundamente capitalista e individualista, porque sigue la máxima del “sálvese quién pueda”: los paraísos románticos están hechos a nuestra medida, diseñados para que aunque los demás no puedan ser felices, yo si pueda.

    Y hoy con la globalización, todo el mundo busca enamorarse como una forma de escapar a la soledad y a la crueldad del individualismo. Ninguno quiere morir solo en su casa sin que nadie se entere o a nadie le importe.


    P. ¿Qué papel tienen la mujer y el hombre en ese concepto? Efectos colaterales de esta idea para la mujer y para el hombre (éste también sale perjudicado)?

    R. A las mujeres nos enseñan a poner el amor en el centro de nuestras vidas, para los hombres en cambio el amor es una cosa más entre otras muchas (negocios, trabajo, deportes, amigos, aficiones, etc.).

    Amamos de manera diferente porque nos mandan mensajes diferentes: para nosotras el amor es la salvación (de la pobreza, de la explotación, de una familia castradora, de una vida aburrida), mientras que ellos se defienden del amor porque creen que es el arma que tenemos las mujeres para dominarlos. Temen perder su poder, su autonomía y su libertad si se enamoran, así que se piensan mucho lo de formar pareja y adquirir un compromiso: se juegan mucho.

    Nosotras queremos desnudarnos y vivir la pasión profundamente, ellos evitan los estados emocionales intensos y les cuesta disfrutar por los miedos e inseguridades de la masculinidad frágil.

    Nosotras queremos vivir un amor de película, ellos quieren estar tranquilos y tener todo bajo control. Nosotras queremos hablar todo el tiempo de cómo nos sentimos y que el otro haga lo mismo, ellos tienen serios problemas para mostrarse desnudos, para dejar ver su vulnerabilidad, para hacer autocrítica, para compartir sus emociones, para profundizar en si mismos.

    Ellos quieren sumisas complacientes, leales y puras, fieles y devotas. Nosotras queremos hombres fuertes y sensibles, guapos, divertidos, cariñosos, cultos, generosos, honestos, sinceros, buenas personas. Queremos que nos protejan y nos mantengan, que nos cuiden y nos quieran para siempre, que tengan medios para mantenernos.

    Nuestras relaciones son interesadas, porque nosotras trabajamos el doble que ellos, trabajamos muchas horas gratis, sufrimos más el desempleo, la precariedad laboral, y somos más pobres que los hombres en todo el planeta. Los multimillonarios son hombres, los dueños del 80% de las tierras son hombres, los dueños de los medios de comunicación y los medios de producción son hombres.

    Así que es muy difícil que podamos querernos en estas condiciones. Nos relacionamos desde la necesidad, no desde la libertad, y esto no nos permite disfrutar del amor.

    Este desequilibrio provoca que vivamos constantemente en luchas de poder por dominar al otro o imponerle nuestro modelo amoroso. Vivimos permanentes guerras románticas porque no sabemos construir relaciones igualitarias, sanas, y libres. Nos cuesta tratarnos con amor, nos cuesta disfrutar del amor, a ellos creo que mucho más que a nosotras, porque el mundo es jerárquico y muy violento, y el amor precisa de mucha solidaridad, empatía, generosidad y trabajo en equipo.

    Así que tenemos que liberar al amor del machismo y del patriarcado, desmitificarlo, desaprenderlo, y reinventarlo, para que podamos disfrutarlo todos y todas. 


    P. Tu propones otra idea diferente del amor, hablas del amor compañero o de acompañamiento amoroso. Explícanos este concepto.

    R. Mi romanticismo siempre consistió en ser querida como a una compañera. No siempre lo logré por las resistencias de los chicos a considerarte una igual, especialmente en la adolescencia, una época en la que la mayor parte de mi generación creíamos que el amor pasional era una guerra plagada de sufrimiento, mentiras, infidelidades, traiciones, engaños, y mal trato.

    Ahora disfruto mucho del amor porque lo vivo en pareja, desde la filosofía del compañerismo. Nos tratamos bien, nos queremos bien, somos honestos, nos comunicamos con cariño, nos acompañamos, nos divertimos, y gestionamos los conflictos desde el amor, tratando siempre de no hacer daño al otro y de hablar sobre lo que estamos sintiendo.

    Supongo que tengo idealizado el amor compañero porque para mí es esencial poder construir una relación igualitaria, en horizontal, que no se encierre en sí misma, que se nutria de la libertad de ambos miembros de la pareja para estar juntos, o para separarse si lo desean.

    Y bueno, hay que trabajárselo mucho, individual y colectivamente, para poder llegar a relacionarnos como compañeros de vida y compañeros de viaje. Pero yo soy optimista y creo que si es posible, y creo además que es urgente acabar con las estructuras patriarcales de la dominación y la sumisión que nos impiden querernos bien. Porque no es sólo cuestión de quererse mucho, también hay que quererse bien.


    P. El matrimonio gay o el poliamor tratan de huir de este concepto del amor romántico.

    R. Mmmmm creo que no. Creo que la mayoría lo reproducen igual que las parejas heteros: se reparten roles, establecen relaciones interesadas, de dependencia
    mutua, basadas en la posesión y la dominación…. batallan en luchas de poder, se engañan y se tratan mal, les cuesta separarse con amor….

    Los patriarcados nos habitan a todos por igual, no importa si somos feministas o no, si somos hombres o mujeres o si no somos ninguna de las dos cosas. Lo hemos mamado desde pequeñas en todas las películas, todos los cuentos, todas las novelas, y es bien difícil no interiorizarlo: aprendemos a amar en la cultura y en la familia.

    Y en el caso del poliamor lo veo muy claro: o es poliamoría feminista, o es igual de patriarcal que la monogamia.


    P. ¿Crees que a medio-corto plazo la sociedad trascenderá la idea del amor romántico buscando alternativas más queer o que nos enfrentamos a una ola de conservadurismo?

    R. A medio- corto plazo no veo muchos cambios. Es que son muchos siglos de patriarcado encima los que llevamos. Las ideas fluyen muy rápido y es fácil ponerse a imaginar otras formas de querernos, pero lo difícil es cambiar nuestras emociones, que son patriarcales. Hay que hacer una revolución emocional, sexual, afectiva, de cuidados, y a la vez cambiar nuestras formas de organizarnos política y económicamente, nuestra manera de relacionarnos, nuestros relatos, nuestra cultura, nuestras religiones. Es una revolución total la que necesitamos para que nuestras emociones y nuestras relaciones cambien, y la educación no nos está ayudando. 

    Necesitamos educación emocional y educación feminista para aprender a gestionar nuestras emociones, para expresarlas sin hacer daño a nadie, ni hacernos daño a nosotras mismas. Necesitamos desaprender el patriarcado y desmontar los cuentos que nos contaron, necesitamos desmitificar el amor y ponernos a hablar de ello en todos los espacios públicos: es urgente que acabemos con la violencia machista, la desigualdad, la discriminación, la explotación y la acumulación de poder y de recursos. Entonces hay que hacer mucha autocrítica amorosa, y hay que activar la imaginación para construir otras formas de querernos y de organizarnos. Queda mucho trabajo por delante, pero yo soy optimista porque siento que cada vez somos más los que queremos sufrir menos, y disfrutar más del amor.



    Parte de esta entrevista fue publicada en El País el día 14 de Febrero:


    Coral Herrera Gómez Blog

    Formulario de contacto

    Nombre

    Correo electrónico *

    Mensaje *

    Únete al Laboratorio del Amor

    Únete al Laboratorio del Amor
    Para saber más pincha en la imagen