6 de febrero de 2014

El Salvador y el Príncipe Azul: grandes mitos de la masculinidad.




La mayor parte de los mitos religiosos y profanos de nuestras sociedades están basadas en la figura masculina del héroe que nos salva de los peligros, del pecado, de nosotros mismos. Es la historia del capullo que se convierte en mariposa tras superarse a sí mismo. Son héroes salvadores de la Humanidad que se sacrifican por todos nosotros, por eso nosotros los admiramos, los veneramos, les damos gracias por sus hazañas. 

No solo los mitos religiosos, sino también la mayor parte de los protagonistas de los cuentos que nos cuentan son adolescentes inseguros que se convierten en superhombres, como el pequeño y dulce Hobbit en el Señor de los Anillos. 

Frodo y su escudero, Sancho Panza


El cristianismo, el budismo y el islamismo están construidos bajo este simple esquema narrativo: un hombre joven sale de su hogar para encontrarse a sí mismo, para superar sus miedos e inseguridades, para enfrentarse a los monstruos interiores y a los reales, para salvar al mundo. La misión del héroe siempre es superior a sí mismo, él se sacrifica por todos nosotros y no le importa arriesgar su vida para salvarnos del Mal, del diablo, de los extraterrestres, del dragón, de los orcos, los trolls, los comunistas, los terroristas, los virus mortales, los robots que se rebelan, una banda poderosa de mafiosos que se quiere apoderar del mundo... 

Cualquiera puede ser un héroe, sólo hace falta ser un joven idealista, inseguro de sí mismo, que logra salir del útero materno que es la casa familiar para demostrarnos a todos lo mucho que vale. Este joven también nos demostrará que si logras creer en tí mismo, si eres valiente, si te sacrificas, si te disciplinas y trabajas duro, si eres generoso y te entregas a la causa al cien por cien, podrás convertirte en un adulto heroico. Un adulto admirado por los hombres y deseado por las mujeres, y venerado durante añales. 

Como el Che Guevara. 




Joseph Campbell cree que toda nuestra estructura mítica y religiosa se puede reducir a un solo esquema narrativo: el monomito del viaje del héroe, que ha inspirado obras como la Odisea, la Iliada, la Biblia, o Don Quijote de la Mancha, la historia del loco idealista que sale a salvar lindas doncellas aunque ellas no deseen ser "salvadas".


Don Quijote y su escudero Sancho Panza

Otros héroes mesiánicos: en The Matrix, el guapísimo Neo (Keanu Reeves) aparece en la profecía de Zion, la Resistencia, como El Elegido para salvar a la Humanidad. En el año 2199, los humanos estamos esclavizados a las máquinas tras la revolución de la Inteligencia Artificial. Matrix cultiva humanos para alimentarse de su energía, y mientras nos mantiene aletargados soñando con una realidad fabricada. Neo corre una serie de aventuras con hackers y otros personajes para salvarnos del poder de la Matrix, que es como una mantis religiosa que se come todo. Uno de los grandes misterios de la película es si Neo es o no el Elegido: cuando él logra creer en sí mismo y en su poder, es cuando logra vencer a la Matrix y salvarnos a todxs.





En la Biblia, Jesús vino a salvarnos del pecado que cometió Eva y que condenó a la Humanidad entera. Buda vino a abrirnos los ojos y a enseñarnos los espejismos de realidad en los que vivimos. Mahoma vino a hablarnos del paraíso y de cómo llegar a él. Todos ellos son hijos de Dios o representantes suyos en la Tierra, pero no hay mujeres protagonistas en estos relatos religiosos. 






La mayor parte de las leyendas y relatos de nuestra cultura están basadas en el mismo esquema narrativo del Niño-Hombre que corre aventuras variadas por el mundo, y que logra la victoria para todos nosotros. 

En el caso de las religiones, el premio es la eternidad, de modo que pasan los siglos y seguimos dando gracias y honrando los sacrificios de aquel que vino a salvarnos. En el caso de las novelas, películas, obras de teatro, óperas, canciones y cuentos, el premio es la gloria, la fama y la chica. La figura mítica de El Salvador se convierte en El Príncipe Azul que después de salvar a la Humanidad o a la comarca de los peligros y los enemigos que la acechan, corre a salvar a su princesa, normalmente encerrada en algún castillo medieval en espera de ser rescatada.





La masculinidad hegemónica del hombre blanco, heterosexual, joven, sano y rico se nos impone en todos los relatos para que los hombres sigan su ejemplo y para que las mujeres amen a estos hombres salvadores. Las mujeres  de estas historias somos las madres que sufren por tener a su hijo en la batalla de la vida, o las novias que esperan a ser las elegidas para disfrutar de las mieles del éxito. Este mito, entonces, cumple con la doble función de justificar la división de roles patriarcal (él es valiente, ella miedosa, él es fuerte, ella es débil, él no necesita nada, ella lo necesita todo, él resuelve, ella espera a qué el resuelva...) y a la vez sirve para que todos los hombres puedan sentirse los héroes de su propio reino. 




Es una forma de compensarles por tener que trabajar de sol a sol para mantener a su esposa e hijos/as, pues la mayor parte de los hombres de este planeta cargan en sus espaldas todos los privilegios y las obligaciones de género que les atribuyeron al nacer. Dado que pocos son los varones que logran llegar a jefe, director, alcalde, presidente de algo, porque vivimos en una sociedad muy competitiva y jerárquica, estas mitificaciones de la masculinidad heroica sirven para que ellos se sientan un poco héroes consumiendo estas historias de héroes. Como en su vida diaria no suelen matar miles de enemigos ni salvar a nadie de nada, estas mitificaciones de la masculinidad sirven para que sientan que son importantes y que lo que hacen cotidianamente tiene un valor fundamental para el funcionamiento de su mundo: familia, amigos, trabajo. 

Las consecuencias de esta mitificación de la masculinidad patriarcal, sin embargo, son tremendas. Pensemos en todos los varones que no cumplen las condiciones que impone este modelo heroico, y en su nivel de sufrimiento por no poder cumplir con los mandatos de género. Pienso en todo aquel varón que no sea joven, que no sea blanco, que no sea heterosexual, que no sea rico, que no sea deportista, que no sea valiente y agresivo, que no reúna las condiciones físicas para manejar un barco o una nave espacial, para aguantar heridas de bala o de cuchillo, para cazar animales, para matar humanos, para trepar edificios, saltar azoteas, recorrer el desierto sin agua, subir la montaña más alta, enfrentarse sin armas a los enemigos, atravesar pantanos cenagosos y cuevas húmedas con laberintos, etc. Pienso en los hombres que tienen problemas sexuales y no pueden hablarlo con nadie, los que se quedan sin empleo y pierden su rol de proveedor principal, los que por mucho que trabajen no logran salir de la miseria económica, los pacifistas que huyen de las peleas, los hombres que enferman, los ancianos que ya no pueden defender a su clan familiar. 



Los hombres educados en la cultura patriarcal tienen generalmente pocas herramientas para gestionar emociones, para expresarlas y compartirlas, para enfrentarse a los fracasos personales, porque en la tradición patriarcal a los hombres se les educa a base de reprimir sus emociones para volverlos Hombres duros que ni sienten, ni padecen, y pueden con todo. Debe de ser tremendamente  agotador estar todo el tiempo demostrando que uno es un Hombre de Verdad... 




Esta masculinidad basada en valores patriarcales en los que el llanero solitario recorre las estepas para limpiarlas de indios feroces, nos ha hecho mucho daño a todos. A nosotras también porque nos han contado que no hace falta ser fuerte, valiente, astuta, inteligente para sobrevivir. Sólo es preciso estar guapas, delgadas, jóvenes, contentas, y ser una dulzura... nuestros encantos serán suficientes para atraer al Salvador. El Salvador nos saca de la casa de mamá, nos convierte en mujeres adultas, nos quita de encima la soltería, nos salva de tener que trabajar en la fábrica o en la oficina, nos acompaña toda la vida para que nunca estemos solas, nos da una familia con su esperma maravilloso, y nos protege de otros machos que quieren violarnos o robarnos o vete tú a saber. De este modo, las mujeres sufrimos de una gran dependencia emocional con respecto a esta figura mitificada porque soñando con príncipes azules no nos hacemos responsables de nuestra vida, no trazamos estrategias para transformar nuestra realidad, no hacemos otra cosa que leer el horóscopo y consultar a brujas a ver cuándo aparece el Hombre que nos salve y nos ame para siempre. 



A ese Hombre le exigiremos no sólo que sea protector, fiel, monógamo, leal, sincero, cariñoso y trabajador. También le pediremos que nos mime, que nos dedique su tiempo libre, que nos divierta y nos entretenga, que nos ayude a resolver problemas, que nos hagan la vida más fácil, que nos deseen y nos admiren incondicionalmente, que nos necesiten para ser felices. 


Brad Pitt, el príncipe azul que nos salva en las pelis


Los hombres sufren la tiranía de la masculinidad hegemónica,  y las mujeres sufrimos dependencia emocional de esos hombres salvadores... las relaciones basadas en este modelo romántico patriarcal no sirven para construir relaciones bonitas. 
Para poder amarnos bien es preciso hacerlo sin mitificaciones, sin jerarquías ni repartos de roles, sin exigencias romántico-patriarcales... nos hacen falta nuevos modelos de masculinidad y feminidad, y nuevos modelos de relaciones basadas en el compañerismo, no en el egoísmo a dúo. 

Porque otras masculinidades son posibles, dejemos de salvar damiselas, dejemos de esperar salvadores, y rompamos con el romanticismo patriarcal... 

Coral Herrera Gómez




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