13 de agosto de 2017

Nena, no te enamores de mí







Nena, no te enamores de mí.
 Es la frase favorita que te sueltan después del primer polvo los machos alfa, esos chicos guapos que hacen gala de su mutilación emocional y sentimental. Se caracterizan porque se sienten muy deseables, y se enorgullecen de su soltería y de su aspecto de "chico duro". No les avergüenza su discapacidad para hacer el amor desnudos. Puede que se quiten la ropa para follar, pero no la coraza: no quieren complicarse la vida, no quieren sufrir, no quieren mostrar su vulnerabilidad y sus miedos, no quieren perder su libertad, no quieren comprometerse, ni compartirse, ni intimar, ni profundizar en una relación.

No te enamores de mí  es una frase cargada de información. Contiene indicaciones, consejos, advertencias, amenazas, y se entona con un pelín de soberbia y otro poquito de victimismo. Generalmente los pobrecitos lo pasaron muy mal en algún momento de su vida, y en un arrebato de generosidad, te cuentan su trauma. Generalmente sucede que en el año 1990 sufrieron mucho con la traición de una novia a la que amaban con toda su alma y que se fue con su mejor amigo, o cosas parecidas. Desde entonces no confían en ninguna mujer, ni confían en el amor, y te explican en tono paternalista que prefieren ser sinceros "para que no haya malentendidos y para que no te hagas "ilusiones"

¿Por qué se cierran al amor? Además de la tacañería o la mutilación emocional, también es porque son machistas: desconfían de las mujeres, le tienen miedo al amor, y creen que la ternura les hace débiles. A los niños les enseñan desde pequeños que las mujeres son todas unas putas, excepto su madre y algunas mujeres más de su familia (la abuela, la hermana, la tía). Las demás mujeres son todas malas, perversas, egoístas, caprichosas, codiciosas, ambiciosas, interesadas: sólo quieren vaciarte el bolsillo y destrozar tu corazón. Por eso hay que defenderse de todas, y desconfiar de ellas como si fueran el enemigo. 

El machismo les educa para que jamás nos vean como compañeras. Les han hecho creer que el amor es una guerra, y pierde el que se enamora. Nosotras somos las enemigas, y la batalla consiste en luchar para ver quién domina a quién. En todas las guerras hay perdedores y vencedores, y los machos alfa siempre quieren ser los vencedores. Les aterra que los demás se rían de ellos, que cuestionen su virilidad, que les tachen de calzonazos, por eso saben que para poder llevar las riendas y los pantalones, es fundamental defender su libertad a capa y espada.

No es sólo que tengan miedo del poder de las mujeres, es que además quieren ejercer su poder de una forma absolutista y totalitaria. 

Los padres les dicen a los hijos: "a las mujeres hay que domesticarlas. Y para tenerlas a tus pies, tienen que enamorarse de ti y sufrir un poquito. Si las das todo, se aburren y te abandonan. Si las pones obstáculos, si te sienten difícil de conquistar, se volverán locas de amor y se volcarán en el empeño de ser amadas. La mejor manera de someter a las mujeres es enamorándolas, tratándolas como si fueran seres inferiores o poco importantes, e intentando no enamorarte tú."

En los relatos también les envían el mismo mensaje. El miedo al amor y a las mujeres lo aprenden desde pequeñitos, y además está en todos nuestros chistes, refranes, dichos populares: 

Las mujeres son como el juego del frontón, cuanto más duro les das, más rápido llegan a ti.

El que se enamora, pierde.

Dos grandes consejos para domesticar mujeres sin necesidad de obligarlas.

Nena, no te enamores de mí, es la frase de aquellos que piensan que si te has acostado con ellos es porque eres como todas: una puta. Las princesas no se acuestan a la primera con un desconocido, por eso se merecen que las trates con respeto. A las demás mujeres no hay por qué respetarlas: puedes tratarlas como un objeto porque son inferiores a ti.

A las mujeres respetables las llaman princesas, pero hay muy pocas. Ellos sueñan con una mujer que se ponga a su servicio, por eso les cuesta tanto encontrar a la mujer de su vida. Creen que algún día aparecerá en sus vidas esa chica dulce, sumisa, tranquila, obediente, devota del amor y del hombre al que ama. Sueñan con una mujer dependiente, pasiva, con poca autoestima, miedosa, servil, que nació para amarle, que aguanta todo lo que le echen, que es capaz de soportarlo todo "por amor".

Mientras llega la media naranja, el macho alfa se entretiene con mandarinas: se acuesta con todas las que le apetece, pero a ninguna entrega su corazón. Así son los héroes masculinos de nuestra cultura: llaneros solitarios, guerreros, viajeros, aventureros, hombres libres con misiones importantes en cuyas historias las mujeres aparecemos como recompensa a su valentía y a su esfuerzo. 

Nuestro papel es siempre secundario, y nuestra función es engrandecer todavía más al héroe con nuestro amor incondicional, nuestra entrega, nuestra fascinación y nuestra necesidad de ser amadas.

Nena, no te enamores de mí, es la señal para detectar al chico que se siente poderoso, atractivo y capaz de enamorarlas a todas. No les da vergüenza parecer unos creídos: se sienten especiales, y saben que a las chicas les encanta el niño asustado que se esconde tras el tipo duro que presume de su coraza emocional. 

Todas las protagonistas de las películas conectan con ese niño asustado, se apiadan de él, se muestran comprensivas, se derriten de la ternura, sueñan con protegerlo y cuidarlo, sueñan con transformarlo, con curarlo, con salvarlo a base de toneladas de amor verdadero.

En la ficción, todas lo consiguen.

En la realidad, el coste de relacionarse con un mutilado emocional es altísimo, y es peligroso para nuestra salud mental. Es una trampa enamorarse de alguien que no se va a enamorar de ti, porque cuando no hay reciprocidad en las relaciones, el sufrimiento está asegurado. 

Nosotras, las mujeres de carne y hueso, nos hemos creído el cuento de que el amor lo puede todo, y que si somos pacientes será fácil convecerle de lo bonito que es el amor y lo especiales que somos nosotras. En eso se nos va a muchas la energía y el tiempo, en amarles esperando que algún día él se de cuenta. 

Invertimos demasiado en tratar de convencer a los machos que somos mujeres de fiar, que no somos como las demás, que nosotras sí merecemos ser amadas porque somos mujeres buenas

No te enamores de mí  es una frase que también sirve para que elijas: o lo tomas, o lo dejas. Si decides quedarte, tienes que aceptar sumisamente el tipo de no-relación que te está proponiendo. En una no-relación no hay compromiso, no hay negociaciones, no hay responsabilidad, no hay exigencias ni reproches. No importa si la no-relación dura un mes, un año o diez años: ellos están convencidos de que no quieren pareja. Aunque la tengan.

Negar una relación es maltrato, muchos se excusan diciendo que "es solo sexo"

No quieren abrirse, no quieren desnudarse, no quieren gozar de los placeres del amor. Sexo si, pero sin intimidad y sin desnudarse. Sexo, mucho, pero sin emocionarse. Sexo como ellos quieren, con la frecuencia que ellos quieren, con las normas que ellos imponen: tú solo puedes aceptar, o irte. 

Y se defienden diciendo que no te están engañando: son muy sinceros. No van a enamorarse, da igual lo que hagas, da igual lo que sientas: si te enamoras, es tu problema. Ellos no van a dar los pasos típicos del noviazgo, no van a conocer a tu familia ni tú a la suya, no te van a presentar a los amigos y amigas, no te van a considerar alguien importante en sus vidas. A su gente le dirán de ti: "es sólo un rollo, es la tía con la que follo, es sólo sexo, no significa nada para mí, no quiero nada con ella, no es nadie"

No te enamores de mí, nena, es la frase del chico que cree que el amor le debilita y le quita todo su poder. Es el hombre que cree que los sentimientos son cosas de mujeres, y que ama su libertad por encima de todo: su misión es defenderla de todas aquellas que pretenden seducirle para apresarle en un hogar lleno de felicidad del que ya no podrá salir nunca más. 

¿Y qué hacemos las mujeres cuando nos dicen: No te enamores de mí? 

Unas salen corriendo espantadas, 

Otras se decepcionan, se cabrean o se mueren de la da pena. 

Unas se ríen en su cara a carcajada limpia y le dejan en calzones. 

Otras se lo toman a mal y contestan con ironía que de dónde se ha sacado que ellas van a enamorarse así como así de cualquiera.

Y luego están las que se enamoran irremediablemente: las amantes de los retos, las que se aburren en relaciones felices, las devotas de las causas imposibles y las batallas perdidas. 

El peligro que tiene encontrarse con un mutilado emocional es que nuestro ego se lo toma como un reto:  "¿Como que no te vas a enamorar de mí?, veremos quien se enamora de quién, acabarás de rodillas, pidiendo amor, ya lo verás"

Nos creemos que es una lucha de poder y que con nuestros encantos, venceremos sus resistencias. Nos han hecho creer que solo podemos dominar a los hombres usando el sexo y el amor, pero la realidad es bien diferente. Los hombres tienen unos privilegios que nosotras no tenemos. 

Y el peligro que tenemos nosotras es que nos hemos creído que con el amor salvaremos a los hombres de sus problemas mentales y emocionales, y nos salvaremos nosotras. Por eso cuando nos prohiben enamorarnos pensamos cosas como: "Yo le demostraré que soy diferente y especial, que no soy como las demás mujeres, le haré creer en el amor, le enseñaré a amar de nuevo, en mí si podrá confiar, yo le quitaré los miedos, le envolveré en cariño y placer, le haré ver que la vida merece la pena cuando hay amor”.

Así es como las mujeres caemos en las trampas del patriarcado para que nos arrastremos detrás de los hombres. No hace falta que nos obliguen: nosotras nos arrodillamos voluntariamente ante el héroe porque nos sentimos muy agradecidas por haber sido las elegidas para follar de vez en cuando.

El masoquismo romántico se mezcla con el rol femenino de los cuidados. Basta con que nos den un poco de penilla para que nos pongamos maternales y nos creamos las salvadoras: no podemos evitar cuidar al niñito inseguro que se niega a trabajarse su masculinidad, a crecer, a evolucionar. Nos encanta ayudar porque así nos sentimos imprescindibles, o al menos, necesarias: si les ayudas a solucionar su problema, si les amas incondicionalmente, si les sacas de la misera, nunca dejarán de amarte, porque estarán eternamente agradecidos.

La trampa del patriarcado es hacernos creer que podemos ser las elegidas, y que podemos serlo todo para ellos. 

A ellos les gustan las mujeres libres para follar, y las sumisas para casarse. 

Y nosotras creemos que podremos cumplir con los dos papeles simultáneamente: ser la puta y la esposa. La amiga, la amante, la enfermera, la psicóloga, la madre, la cocinera, la compañera: soñamos con cumplir todos estos papeles y así ser las candidatas al trono del matrimonio, y al paraíso romántico en el que podrás vivir si eres coronada como la Reina de su corazón curado.

¿Merece la pena tener una relación o una no-relación con un mutilado emocional?

Rotundamente, no. Nuestras energías son limitadas y nuestro tiempo de vida es muy corto: tenemos apenas unos años para vivir, para aprender, para gozar, para explorar, para crecer, para llevar a cabo nuestros sueños y nuestros proyectos. 

No podemos malgastarlos en relaciones en las que no podemos ser nosotras mismas, en las que tenemos que disimular, reprimirnos, mutilarnos nosotras también. 

No compensa estar con alguien que sólo pone obstáculos, muros y prohibiciones. 

No merece la pena construir una relación en la que no vamos a ser felices.

No compensa juntarse a alguien que impone sus normas y sus muros de protección, y no te pregunta qué tipo de relación te gustaría construir.

No compensa empezar una relación basada en la guerra, el miedo, la desconfianza, la desgana, la desigualdad, el absolutismo, y el sufrimiento de una de las dos partes.

No se puede ser feliz al lado de alguien que no sabe o no quiere disfrutar del amor y de la vida.


Para poder disfrutar de la vida hay que estar abierta, hay que apasionarse, hay que ilusionarse, hay que moverse, hay que desmontarse, deconstruirse, cuestionarse, crecer y transformarse, hay que vivir, hay que atreverse, hay que desnudarse y hay que tener herramientas para poder disfrutar del aquí y del ahora. 

Y no se puede estar bien con alguien que nos coloca en una posición de inferioridad, que no nos cuida, que no nos da importancia, que no nos abre las puertas, que no nos trata como a compañeras.

Es demasiado doloroso y agotador estar en una relación tan limitada, porque hay que estar constantemente trabajándose la autoestima para no sentirse poca cosa al lado de alguien que nos trata como si fuéramos poca cosa.

¿Qué podemos hacer entonces? 

Cuando un chico te prohíbe enamorarte de él, es el mejor momento para rebelarse y poner el feminismo en práctica. Si queremos acabar con el patriarcado, tenemos que dejar de aceptar las migajas que nos ofrecen y huir de las relaciones desiguales en las que hemos de aceptar las condiciones que impone el otro.

Para aplicar el feminismo al terreno de las relaciones sexuales, afectivas y sentimentales, hay que relacionarse horizontalmente, sin jerarquías, sin seguir el esquema clásico del amo y el esclavo. Empoderarse individual y colectivamente ante el amor supone romper con la necesidad de ser amada y con el miedo a la soledad, porque la necesidad y el miedo nos hacen dependientes de los hombres, y nos sitúan siempre en una posición de sumisión. 

Si queremos acabar con el machismo y la violencia, tenemos que evitar perder el tiempo y las energías en relaciones que no van a ninguna parte. Eliminar los sentimientos de una relación humana es imposible. No sirve de nada: cualquier relación que dure un tiempo nos hace sentir emociones, sean placenteras o dolorosas, o las dos cosas. No podemos dejar de sentir, a no ser que tengamos graves carencias, trastornos mentales y emocionales, enfermedades o traumas terribles que nos mantengan las emociones congeladas.

Y como nosotras lo que queremos es disfrutar y dejar de sufrir, entonces no podemos conformarnos con lo poco que nos ofrecen los mutilados emocionales. 

Podemos y debemos aspirar a más: el amor es para gozar, para crecer, para florecer, y si no nos dejan bailar, no es nuestra relación. 

Para liberarnos todas, tenemos que dejar de esperar el milagro romántico,  y el mito de que el amor todo lo puede: cuando una persona no te considera apta para enamorarse de ti, entonces lo mejor es no entrar en la relación y seguir tu camino. Si te cuidas a ti misma y te quieres bien, entonces no te quedas al lado de una persona que no te corresponde.

Nosotras no vamos a salvar a los mutilados, ni les vamos a convencer de que somos buenas personas. 

Lo que tenemos que hacer es salvarnos a nosotras mismas y tener siempre muy claro que si el amor no es recíproco y los cuidados no son mutuos, son abuso, explotación y violencia. 

Olvidaté de los machos con miedo y juntate con gente linda, generosa y alegre que tenga ganas de disfrutar del amor y de la vida.


Coral Herrera Gómez





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